Cada vez que lanzo un poco de luz hacia los ancestros, algo se acomoda en mi corazón. Así lo sentí juntado las pistas para este altar, y en el proceso me quedó la impresión de formar una postal hacia esa nostalgia, a un recuerdo querido y enigmático, como el halo vivo y lejano de un bello cuento escuchado durante la infancia.
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Mis abuelos ya no están, y Xahuela se fue de este mundo días después de nacer Sasha. Estrellas se apagan y surgen otros brillos en las constelaciones genealógicas, las ramas se extienden, sostenidas por un himno antiguo que perdura para quienes podemos continuar su canto, y transmitirlo.
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Gracias ancestros, porque abrieron camino en el monte del misterio. Gracias por sus huesos, por sus lágrimas y sus regalos. Nos queda camino por abrir, y aprendizaje para continuar alimentando nuestro árbol. Gracias por invitarnos a recordar y retomar con nuevos bríos nuestros tejidos de vida. Bienvenidos hoy, hasta pronto mañana.
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Con gran cariño, dedicada a los abuelos, en especial a la muy querida Xahuela, la gran Na' Minerva. Día de todos Santos, noviembre MMXIX.

P.D. Y gracias a www.paalmtl.org  por su invitación para unirme a su festejo de Día de Muertos (pensé que no lo lograría, envuelta en mi danza maternal cotidiana con el caos, pero fue posible -con apoyo familiar ).

P.D. 2 Anexo el texto que acompañó este altar:
El altar está dedicado a mi abuela materna Minerva y a la memoria de nuestros ancestros, para recordarlos y enseñar a mi hija lo que aprendí de su Abuela Grande. Dentro de la tradición zapoteca, recibir a los seres queridos que vuelven cada noviembre es un gran acontecimiento: desde asistir al panteón días antes para arreglar las tumbas, hasta la elaboración de una gran ofrenda en casa para recibirlos. Es una gran fiesta y comilona. Para mi abuela era muy importante montar su altar en memoria de mi bisabuela, su suegros y su familia cercana, y es justo uno de los rituales que considero me ligan a ella.

Ya que la gran Xahuela falleció este año durante el invierno sin alcanzar a despedirme (no me fue posible viajar, pues al mismo tiempo que mi segunda hija nacía tan lejos de México, mi abuela agonizaba en el terruño), la nostalgia me llevó a acceder sumarme a los festejos desde esta tierra lejana. Quise colocar en el montaje elementos que representaran lo que más recuerdo de mi abuela, como su sencillez, franqueza y la gala de su alma de mujer istmeña, sumado a ciertos acentos de los altares del istmo (como la hoja de plátano, altar en forma vertical, xicalpestle festivo) y darle un carácter portátil, simbólico en su sencillez (casi todo es fabricado en cartón) e íntimo, por lo que el pequeño altar, que se encuentra habitado de los seres que conforman mi árbol de la memoria -con o sin fotografía, pero presentes como atados de hojas de maíz-, se desenvuelve dentro de las faldas de una ancestra istmeña. 

Durante la experiencia de montarla, me sentí poblando una postal ilustrativa a esa nostalgia de los abuelos, como un recuerdo lejano de un cuento muy querido escuchado durante la infancia, y del que logré aterrizar sólo un reflejo. Pero aquí va: con mucho cariño, este altar va dedicado a mi Xahuela, la gran Na' Minerva (1921-2019).

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