Pistas de aprendiz, siguiendo el eco de una oda a las hojas de plátano que se mecían en las casas de aquella lejana infancia, a las rosas de mi abuela (que eran de mi bisabuela), a mi hermana felina que tanto quisimos y a ese traje que me habría gustado haber conservado para mis hijas. Gracias garzas, libélulas y a las tantas flores anímicas que sembró mi madre.
Honrando ciclos, para transmutar el fuego nuevo, invierno MMXXI.
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