28 febrero MMXVIII - Montréal, QC.
El invierno me ha enseñado el silencio, el recogimiento de los miembros lastimados, la curación bajo el abrazo de la oscuridad. A escucharme, desempolvar mi canto para guiarnos, para que logren acercarse los testigos de una nueva comunión, mientras aprendo y logro trascender la vieja piel de marchita, apenas extendida para cubrir los huesos, tejida de temores y angustias secas, dejando caer sobre la tierra sus escamas para que transmuten en humus fértil.
Todo estalla en ese esplendoroso himno dorado, tu nombre se ha tejido en nuestra sinfonía. Tú, la gran Maestra.
Sale el sol, calienta los huesos, sacude la semillas. Comenzamos a despedirnos del invierno.