Secando las plumas flemáticas al calor de mi atanor, el fuego que brota de esa piedra vibrante logra desprenderlas del sopor invernal y extiende sus fibras hacia el centro de mi médula, ramificando los ecos sonámbulos estelares que cantan durante mi vigilia de niebla, rompiendo el cascarón de aprendiz.
El vuelo comienza, desenvolviéndose como una danza al compás del universo. Su cadencia se integra a la ronda musical rosada del alba, tiñendo de ópalos sacros mi infinito horizonte. Es primavera.
Enero MMXIII-Mayo MMXV
Publicación extraída del 29 mayo MMXV