—¿Y ellos quienes son? —preguntan mis sobrinos.

—¿Cómo que quiénes? Esta es Abuela Minerva y Abuelo Juan, mis abuelos, quienes construyeron esta casa, los papás de tu abuelito Manuel, y también de abuelita Cheli, mi mamá. ¿Quién crees que es este niño? Pues tu abuelito, junto a mi mamá. Este es el árbol de mis abuelos, sus bisabuelos, y nosotros somos sus ramas.

—¿Y dónde está mi papá? —pregunta uno de los sobrinos.

—Tu papá y tu mamá ya formaron otro árbol, pero mira, aquí está tu mamá, mi prima, cuando era niña.

—(Cara de asombro)

—Y miren, ellas son mis bisabuelas, las mamás de mis abuelos, las tatarabuelas de ustedes, y este es el bisabuelo Nicolás y aquí están en la casa de su infancia.

—¿Y dónde estamos nosotros? —insiste otro sobrino.

—Uhhh, imaginen, yo hice este árbol hace muchos, muchos años, antes incluso de tener hijas, y solo aparecemos mis primos y yo cuando éramos niños (miren, esa bebé soy yo). Este solo es el árbol de mis abuelos, y ahora se ha extendido. Ustedes son ya parte de otro ramaje, yo también con sus primas…

Somos un bosque humano, sostenido por un abrazo trenzado de sólidas raíces. Nosotros seremos los próximos ancestros, los guardianes de semillas y memorias para los himnos futuros que lo nutrirán.

Días de encuentros familiares en el terruño sureste, verano MMXXIV.

Árbol genealógico, ca. 2004.
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